Decadencia de Occidente y retirada estratégica

 

Luis Edmundo Nava Lara*

En 1942 Alemania ya había perdido la guerra. Esto es lo que dice B.H. Liddell Hart en su libro Mariscal Rommel. Memorias. Los años de derrota.” La carta del Mariscal Rommel del 15 de junio de 1944 a su esposa, reproducida en dicho libro, dice:

“Ayer estuve en la vanguardia. La situación no mejora. Debemos prepararnos para graves acontecimientos. Las tropas, tanto de las S.S. como del Ejercito se baten con gran valor, pero el equilibrio de fuerzas se inclina cada vez más en favor del enemigo. Nuestra aviación desempeña un papel muy modesto sobre la zona de combate, Estoy bien. He de mantener la cabeza alta, aun cuando debemos abandonar muchas esperanzas. Pronto nos enfrentaremos a graves decisiones que te recordaran nuestra conversación de noviembre de 1942.*

Esa paz de compromiso se habría de buscar después, en 1943, cuando el frente oriental acababa de inclinarse también a favor del Ejército soviético. Y ahora, luego de la Segunda guerra mundial, esa paz de compromiso vuelve a asomarse.

Del 22 de junio al 15 de julio de 1941, el Ejército soviético fue aplastado. Luchó con heroísmo, cuando luchó, o tuvo con qué luchar, pero no pudo detener la maquinaria del Ejército alemán. El 16 de julio las cosas empezarían a ser diferentes. En esa fecha llegaron las tropas alemanas a la ciudad de Smolensko, camino a Moscú. El Ejército Rojo estaba determinado a frenar el avance alemán, poner freno a la “blitzkrieg”, y lo logró. Los combates se libraron con ferocidad y, aun cuando la ciudad cayo en poder de los alemanes, la lucha continuó hasta mediados de agosto en las líneas al este de Smolensko. El avance alemán no se detuvo; pero los alemanes se preguntaban por qué los rusos no entendían que estaban derrotados

Con la decisión de Hitler de enviar sus ejércitos a reforzar las campañas de Leningrado y de Kiev se dio un respiro a los soldados soviéticos, pero la “blitzkrieg” ya no existía; el arma invencible de los germanos se había agotado en la inmensidad del suelo soviético y en la valentía de los soldados soviéticos. Luego, cuando se inicia el asalto a Moscú, en noviembre (el mes de octubre fue literalmente perdido a causa de las lluvias), resulta evidente que el empuje alemán ha sido contenido.

Moscú no fue lo que el alto mando alemán esperaba. El Ejército Soviético ya no estaba desorganizado: los soldados a los que tenía que enfrentarse la maquinaría de guerra germana no eran los soldados bisoños de junio de 1941, eran los siberianos, y siberiano no es un término racial o regional, se refiere a los soldados soviéticos que habían derrotado a Japón, en esa guerra desconocida que libraron Rusia y Japón en el Lejano Oriente y que terminó con la victoria soviética.

La industria que se había trasladado a contramarchas del frente occidental al otro lado de los Urales empezaba a funcionar gracias al patriotismo de los soviéticos que no estaban en el frente: los alemanes ya se habían enfrentado a los tanques rusos, y les temían, y ahora iban a enfrentarlos en formaciones bien organizadas y concentradas.

El 6 de diciembre la derrota alemana fue apabullante, tuvieron que huir, que no retirarse, dejando atrás equipo, material y miles de muertos. La guerra ya estaba perdida para Alemania, aunque faltaba aun derrotarla.

La Unión Soviética estaba sola contra un poderío que hoy en día nadie es capaz de imaginar; vehículos fabricados en Francia, en Alemania y en Checoslovaquia; los tanques que habían quedado en su poder de Gran Bretaña, Francia y Checoslovaquia.

Alemania tenía en su poder las zonas industriales más grandes y productivas del mundo hasta ese entonces, las regiones del Ruhr, del Rin, la zona fronteriza de Italia y Francia y, la prenda mayor, Silesia, medio polaca y medio checoslovaca; mano de obra esclava para hacer y deshacer. Finlandia, que motivos no le faltaban, se había unido a Alemania en el acecho a Leningrado, y contaba con soldados no solo de su patria, sino también de los países que había ocupado. La victoria no solo parecía posible, sino fácil.

Sin embargo, no contaron con dos cosas. Primero, el patriotismo soviético no estuvo en sus cálculos. Segundo, que no tenían gasolina. La inmensidad del territorio soviético jugó, cierto, contra las Fuerzas Armadas alemanas, pero también contra las soviéticas, al igual que el clima, que 45 grados bajo cero es mortal para cualquier hombre, solo que los soviéticos estaban vestidos apropiadamente para el invierno, y sus armas y equipos estaban fabricados para el clima de la URSS.

Las imágenes de propaganda de los soldados soviéticos atacando en esquíes o a caballo en paisajes invernales nos dicen mucho sobre esto. Las imágenes de los soldados soviéticos atacando a caballo y sable en mano en medio del invierno eran una de las tantas formas de animar la moral de la población soviética. En realidad, la caballería era tan solo un medio de transporte de la infantería, que luego de trasladarse al campo de batalla dejaba a buen resguardo sus animalitos. La caballería polaca se había enfrentado a los tanques alemanes y terminó destruida por completo.

El frente se retiró entre 200 y 300 kilómetros de Moscú. Leningrado estaba sitiado y Kiev había caído. Quiero, con esto indicar que, a muy, pero muy grosso modo, el frente se había estabilizado en una línea que desciende de Leningrado, ahora San Petersburgo, hasta Rostov, en el mar Negro.

Era necesario para el Ejército alemán resolver el problema del combustible. Hasta ese momento las reservas alemanas habían permitido el despliegue de sus tropas; pero ahora comenzaban a sentir su ausencia. La decisión fue tomar los campos petrolíferos del Cáucaso, Bakú, específicamente. Pero, para hacerlo, tenían que contener al Ejército soviético. La decisión fue capturar Stalingrado.

Alemania no tenía petróleo. En los países que ocupó se dirigió de inmediato a capturar las reservas de combustible de esos países. Algo había conseguido al anexarse Austria, un poco más con la invasión de Polonia. Finalmente consiguió el petróleo de Rumania, solo que este estaba a tiro de piedra de la península de Crimea, de donde partieron casi desde el inicio de la guerra partidas de aviones que bombardearon los campos petroleros rumanos.

De forma simultánea se ataca Stalingrado y se invade el Cáucaso. Las dos campañas están íntimamente ligadas. Con la conquista de Crimea y con la toma de Stalingrado se protege a las tropas que se dirigen por las montañas caucásicas hacia Bakú.

En Crimea se confrontan los dos aspectos que marcaron los dos primeros años de la Guerra: el patriotismo indescriptible de Sebastopol y la incompetente defensa de la península de Kerch; pero fuera como haya sido, la línea del frente se mantenía. Los militares soviéticos estaban aprendiendo de los alemanes a marchas forzadas. Los alemanes, que sabían de su derrota, tenían que buscar el combustible para mantener su guerra y buscar un empate para negociar la paz en condiciones de poder, que lo tenían y era formidable.

El sitio de Stalingrado es conocido por todos, ya sea por su heroísmo o por la magistral demostración de capacidad táctica de Zhukov. La ciudad resistió una embestida brutal, el peor bombardeo sufrido por una ciudad. En el primer día casi se borró del mapa la mitad de la ciudad. Murieron 40 mil personas. Pero la ciudad siguió firme. Combatió y combatió sin descanso. Las tropas alemanas llegaron al Volga y las regresaron. Volvieron a llegar a ese río, dividieron en dos al Ejército Rojo; pero no pudieron someterlo. Hasta que, a mediados de octubre, el Ejército alemán se detuvo, ya no podía más. Y, entonces, comenzó la ofensiva soviética por el Norte y por el Sur de lo que quedaba de la ciudad, y esto no es una imagen, no, la ciudad había sido arrasada… pero no se rindió.

En esta ofensiva quedaron rodeados un ejército italiano, uno rumano y el sexto Ejército alemán comandado por el general Paulus.

Von Manstein trató de romper el cerco, pero fue detenido y tuvo que huir, aunque, ahora sí, ordenadamente hacia el mar Negro. La ofensiva de Zhukov no se detuvo e hizo que los alemanes perdieran la ciudad de Rostov y Jarkov. El ejército que ocupaba el Cáucaso se dirigió precipitadamente hacia el Norte, pues el riesgo de quedar atrapado era inminente. Con la victoria de Stalingrado se había salvado Bakú. Los soviéticos tenían ahora el mando. La paz negociada se desvanecía y Alemania corría el riesgo, aun con todo su poderío, de ser derrotada a principios de 1943. Von Manstein tenía ahora que hacer funcionar todas sus capacidades creadoras para frenar el avance soviético, pues la derrota era espantosa y se corría el riesgo de que todas las tropas que huían del Cáucaso, que se retiraban de las inmediaciones de Stalingrado y las que se encontraban alrededor de Crimea fueran arrolladas.

Alemania contaba con todo su poderío, pero había perdido la iniciativa y no tenía energía. La industria soviética ahora ya estaba trabajando a plenitud; la ayuda de los aliados estaba llegando; los mandos soviéticos ya eran competentes; y la moral de las tropas soviéticas era insuperable. Una cosa fue el doloroso invierno de 1941-42 y otra el invierno de 1942-43.

La perdida de medio millón de hombres y de la zona rica en materias primas del Este de Ucrania sería un golpe del que no podría reponerse Alemania.

 

Eso era lo que estaba en juego

Y fue de ahí de donde surge la idea de la Retirada estratégica o defensa móvil. La guerra está perdida, eso lo sabe von Manstein. Entonces, lo que se debe alcanzar es una victoria que haga parecer a los soviéticos que no pueden derrotar a Alemania. En esas condiciones buscar una paz que salve a la Alemania Nazi. Pero no puede hacer frente a Zhukov, el empuje del Ejército Soviético es enorme. Así que decide retroceder, contra las ordenes de Hitler.

La enormidad del territorio soviético juega contra las dos partes. Al retirarse, von Manstein se acerca a su retaguardia y a sus reservas de gasolina, de alimentos, de municiones y de hombres. Zhukov, al continuar la ofensiva, se aleja de sus suministros, que se encuentran ya a cientos de kilómetros. Es verdad, el empuje del Ejército Soviético fue tan sólido que había aplastado toda resistencia alemana, pero se había alejado de sus centros de suministros. Ahora estaba ante la disyuntiva de continuar el ataque -cosa que le apremiaba Stalin- o detenerse, aunque esto significaría que los alemanes podrían disponer sus fuerzas para la defensa. Recuérdese que se trata de medio millón de tropas alemanas que serian arrolladas en su huida hacia el mar Negro.

Zhukov decidió continuar su ataque y las tropas de von Manstein continuaron su retirada para colocarse no como un yunque que recibe los golpes de un mazo, sino en el Norte, al tiempo que las tropas alemanas que venían del Sur se disponías para atacar ese flanco de las tropas de Zhukov. Esta fue la primer y única derrota de Zhukov y la última derrota soviética, o la última victoria alemana, si se prefiere.

Von Manstein había logrado una victoria estratégica dentro de la derrota, en medio de la retirada. Era posible, dado el poderío alemán, buscar una paz honrosa. Aunque los aliados habían dictaminado que la única paz posible era la rendición incondicional y ante todos los aliados.

Rusia estaba particularmente alarmada de que la Alemania hitleriana buscase la paz con los aliados occidentales. Se ha mencionado también que los alemanes buscaban rendirse ante los aliados occidentales para hacer una cruzada contra la Unión Soviética. Nada de esto tuvo lugar. No en ese momento.

 

Ahora estamos en una época diferente

Von Manstein fue condenado en su correspondiente juicio de Nuremberg a 18 años de prisión, aunque la pena se redujo. Sin embargo, cuando apenas había cumplido cuatro de ellos, fue puesto en libertad. Europa estaba amenazada por la Unión Soviética, que en cualquier momento podía desatar un alud de los tanques más modernos contra una Europa indefensa. La única persona capaz de dirigir la defensa de esa ya casi victima de los inconfesables intereses y apetitos soviéticos era precisamente el mariscal Erich von Manstein.

La operación, que luego se transformaría en la Operación Staybehind y en la Operación Gladio, tenía la intención de contener a los soviéticos e impedir la ocupación comunista de Europa. ¿Por qué von Manstein? Pues sencillamente porque él había creado el concepto de retirada estratégica, la retirada victoriosa ya dentro de la derrota, no para vencer al oponente, algo imposible, pero si para obtener de él condiciones de retirada, o inclusive de derrota, razonables. Europa estaba en desventaja estratégica, según la OTAN y, dentro de ella, tenía que actuar para imponerle condiciones a la Unión Soviética.

Toda esta histeria, para resumir, condujo a la época del terrorismo ciego y del asesinato de personalidades en los años setentas y ochentas. Condujo a la OTAN a la creación de organizaciones clandestinas en las que se mezclaban delincuentes comunes con terroristas y luchadores de la libertad, preparadas para luchar, supuestamente, contra el terror comunista. A estas se les doto de arsenales que estarían fuera de la vista del público para hacer frente con guerrillas a la invasión comunista. Fue la época famosa en que cuando se enfrentaban dos bandos, los dos recibían armas, dinero y apoyo de la misma fuente. La invasión comunista, que no se había producido en 1960, ni en 1970, como dicen las sectas, tenía que coincidir, ahora sí, con la fecha de 1988, cuando se cumplirían los mil años de la Tercera Roma, Moscú. Tampoco sucedió.

 

Cae el Muro de Berlín

Lo que si sucedió alrededor de 1990, fue la caída del Muro de Berlín, el hundimiento de la URSS, la desaparición del Pacto de Varsovia. La amenaza comunista se había desvanecido. Ya no había un enemigo al frente. Era el momento para establecer una paz duradera en todo el mundo. Occidente, o mejor dicho, Estados Unidos, prometió que la OTAN no se acercaría a las fronteras rusas. Claro, fueron palabras, por qué nada se convirtió en tratados o acuerdos.

Occidente se proclamó vencedor de la Guerra fría, se proclamó el policía del mundo. Sus vocingleros proclamaron el fin de la Historia. Ronald Reagan y Margaret Thatcher (!Quiero mi dinero!) le abrieron el camino a la globalización, quizá a la forma más corrupta de decadencia y poco a poco el 10 por ciento de la población de hizo dueña de la riqueza del resto de la población; pocos años después, el 1 por ciento de la población era dueña de la riqueza del resto de la población; ahora, el 0.01 por ciento de la población es la dueña de la riqueza del resto de la población. El mundo tenía un dueño exclusivo y tenía que aceptar la democratización occidental y la globalización

La soberbia, su forma de decadencia de Occidente era incontenible. Podía aplastar a quien quisiera sin pedir permiso a nadie, y si no me creen, pregúntenselo a Serbia, a Libia, a Irak. Solo habían dejado un par de cabos sueltos. China, que encajo perfectamente en el esquema de la globalización y la utilizó para cumplir sus designios, y Rusia, que estaba tan debilitada que no merecía la menor atención. Además, en el nuevo siglo, había llegado al poder un hombre que formaba parte del circulo de Yeltsin, Vladimir Putin, nada de qué preocuparse.

Nos encontramos en 2020. La decadencia de Occidente ahora ya es irremediable. Ya es un hecho que el mundo es multipolar, es decir, el viejo orden de un solo centro mundial, se ha desvanecido. El poderío militar insuperable e invencible de Occidente se ha resquebrajado, y no solo por el anuncio del presidente Putin de las nuevas armas que han dejado atrás a las democráticas occidentales, sino también por las evaluaciones del Presidente de Francia, Emmanuel Macron, sobre la OTAN. Se dice muchas veces que China habrá de ser la potencia mundial en 2050. Falso de toda falsedad, pues China ya es la primera potencia económica del mundo. El poderío económico estadounidense ya es de tercera clase. Y esta no es una afirmación ideológica: Durante todo el tiempo que China estuvo creciendo a ritmos de 9 u 8 por ciento al año, Estados Unidos ni Europa hicieron ninguna inversión en infraestructura. China, en cambio, tiene ya los mejores ferrocarriles del mundo, una red eléctrica que se está extendiendo por todo su enorme territorio; está construyendo plantas nucleares.

Ahora, con esta epidemia de corona virus, sorprendió la velocidad con la que China puede construir un hospital a toda velocidad gracias al empleo de las técnicas más novedosas, como la impresión en 3D. El presidente Donald Trump quiere hacer grandes de nuevo a Estados Unidos. En primer lugar significa que su país ya no es grande y cuando veo en la prensa que su preocupación principal es la venta de granos a China, solo percibo decadencia. Una potencia, como lo es China, está peleando para instalar la 5G en todo el mundo y está en la disputa por la primacía mundial en la IA, en la inteligencia artificial.

Rusia, por su parte, también está progresando a ritmo sorprendente, aunque no tanto como China. Ya es la quinta economía del mundo. Es natural que ante la posibilidad de que se incluya a Rusia en el G-7, el presidente ruso prefiriera el formato del G-20, donde están China e India. El mundo ya es diferente, no está cambiando: ya cambio. Rusia es ahora la referencia en la diplomacia internacional.

Hay en este momento preciso un aumento de las tensiones en el Medio Oriente; pero, hagamos un poco de memoria: ¿no se asemejan a las que hubo cuando Siria capturo Alepo?  Siria está cercando a los grupos terroristas que se refugian en Idlib y Turquía se desgarra las vestiduras por la muerte de sus soldados… que se encontraban entre los terroristas y que fueron alcanzados por el fuego sirio. ¿Con quién se está reuniendo Erdogan para bajar la tensión? Pues con Putin. A quién llamaron Macron y la canciller alemana, Angela Merkel. Creo, si no me falla la memoria, a Putin.

También por estos últimos días la diplomacia estadounidense hizo una modificación radical en sus declaraciones: todas las medidas que tomen se harán de acuerdo al Derecho Internacional. Esta había sido, hasta ese entonces, la posición invariable de la diplomacia y de la política rusa. Pero, la diferencia estriba en que para Estados Unidos “el Derecho soy yo,” y salvo por sus declaraciones que ahora se ciñen al Derecho internacional su comportamiento sigue siendo el mismo que en el pasado, el Derecho de Estados Unidos se aplica, por su poderío militar y por el dólar, en todo el mundo.

Antes de la llegada al poder de Donald Trump, la discusión entre los círculos políticos estadounidenses era como recuperar el poder protagónico de su nación en la esfera internacional, puesto que Rusia y China los habían desplazado. Todo apuntaba, y, creo, sigue apuntando, a que su esfera de influencia tiene que ser América Latina.

Sin embargo, el hecho es que ya desde 2010 Estados Unidos es consciente de que perdió su influencia. Recuerdo haber leído por aquellos tiempos que al presidente Obama le había gustado el rap quién sabe cómo se llama del rapero fulanito de tal. Esto es decadencia. (Recordé por ese entonces al presidente mexicano Vicente Fox que declaraba lleno de orgullo que en Madrid se había hecho de unas botas de charol. Que contraste, de cuando el presidente don José López Portillo visitó España, guío a su comitiva y a los especialistas españoles en pintura por El Prado, a esto me refiero cuando hablo de decadencia.)

La última muestra del fracaso de Occidente es la pasada Conferencia de Seguridad de Múnich. Para mí, con toda franqueza, me parecía estar contemplando una pieza oratoria de Josef Goebbels cuando el vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pompeo, afirmaba que Occidente está venciendo y todos los ejemplos que ponía se referían a la derrota estadounidense y de la OTAN en el campo militar. Los refugiados, producto de las guerras perdidas en Medio Oriente y Libia, se dirigen efectivamente a Europa, no a Cuba ni a Venezuela, porque están muy lejos de Europa. Los que buscan refugio en Estados Unidos, a donde tienen prohibido el paso, son latinoamericanos, lo cual, por cierto, no mencionó. Cierto, también hubo por parte de Europa cuestionamientos a la relación que guarda Europa con Rusia. Importantes, por supuesto, pero todavía tibios.

El problema, tanto en Europa como en Estados Unidos, es la falta de inversión ya no solo en sus territorios, sino en los territorios vecinos. Europa y Estados Unidos podrían ser grandes, y grandes de verdad, sí convirtieran a América Latina y a África en naciones industrializadas. Sin embargo, prefieren enriquecer a su selecto grupo de millonarios en lugar de fomentar el progreso. Esa es la decadencia.

En los últimos días se ha comentado, entre otras cosas, que Estados Unidos debería aceptar que el mundo ha cambiado y negociar la repartición de esferas de influencia con China y Rusia. Esto no es tampoco una idea que se oponga a la decadencia.

 

El último punto. El problema moral que tienen EU y Europa

La base de la sociedad rusa y de la sociedad china es la familia. Véase, simplemente, el debate que hay con las modificaciones que ha propuesto Putin para la Constitución Rusa. Este concepto ha desaparecido casi por completo de la sociedad de Europa y en Estados Unidos se observa una polarización; digamos que la mitad de la población, y en esa mitad Donald Trump, sigue teniendo a la familia como la base de la sociedad estadounidense.

La otra mitad sencillamente carece de una base. El peligro principal de tener una sociedad sin una base es la seguridad nacional. Soros (en realidad no es Soros es toda la maquinaria de Wall Street, FMI, Banco Mundial, etc.) sabe que todas las campañas que está financiando, sean feministas, pro aborto, homosexuales o para la legalización de las drogas, no tienen nada que ver con seres humanos, los cuales no le interesan.

Cuando se mueve una pieza de ajedrez no se piensa que esa pieza sea mi amiga. Si tengo que sacrificarla, la sacrifico y ya. Como diría Enrico Mattei: ¿Si uso un taxi, no tengo que pagarle? Debe haber una sociedad dividida, enfrentada en choque. Esta es una forma segura de evitar que la sociedad piense y se concentre en sus verdaderos problemas.

Los decadentes inducen de esta forma más decadencia. Esto, a menos que me equivoque, atañe a la seguridad nacional. En esa sociedad enfrentada y dividida es más probable el secesionismo, (en países como México esta es una amenaza latente. En la oposición a la construcción del tren maya se puede ver el germen de ese secesionismo) de la que surgen naciones todavía más débiles.

Así que, pues, Occidente, es mi parecer, está adoptando una defensa móvil al estilo de Von Manstein. Ha visto ya su declinación y está tratando de amoldarse a esa declinación con medidas defensivas que muestren que todavía tiene fuerzas, para obtener así lo que llamaría una “paz negociada.” Esto es precisamente su decadencia, pues desde esa forma decadente de ver el mundo es imposible entender que el mundo ya es otro y que este nuevo mundo ofrece la oportunidad de cooperar en materia de comercio y economía, en materia de seguridad y en materia de progreso.

O será como Ricardo III: Estoy tan hundido en un mar de sangre, que seguir adelante o regresar da lo mismo.

*MSIa Informa

 

*”Después de una reunión celebrada con Hitler y Goeringen Noviembre  de 1942, a raíz de la batalla del Alamein, Rommel dijo a su esposa en Roma, que la guerra estaba perdida y que debería intentarse lo antes posible llegar a una paz de compromiso.” Mariscal Rommel Memorias. Los años de derrota. p. 270. Editora Latino Americana, S.A. México, 1957

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